Son casi las seis de la tarde y el primer piso del aeropuerto de Guayaquil es un caldo en el que se cocinan bronca e incertidumbre. Parece que el sueño de los hinchas que viajaron junto al plantel maduró pronto y se pudrió bien temprano. “Tanto nadar para morir en la orilla”, sostienen mientras los jugadores embarcan al trote en un vuelo de línea. Quito y la hazaña los aguardan. ¿Y el resto? Nicolás Medina tiene 10 años y no puede más. Se abraza con su papá, Alejandro, y las lágrimas son tan conmovedoras que, en lugar de apagar el fuego, lo encienden. “¡Hay que ir!”, arengan desde el fondo. Y la epopeya se pone en marcha.


Hay tres mostradores habilitados para la venta de pasajes. Latam y Tame ofrecen vuelos casi inmediatos, pero los lugares son escasos y la cotización se dispara: hay que pagar entre 128 y 140 dólares por asiento. Las tarjetas vienen exhaustas desde hace rato, pero a esa altura es mejor no pensar en el resumen que llegará a la vuelta. Es cuestión de cerrar los ojos, poner la firma y subir al avión. Así, con lo puesto. Sin equipaje. Sin pensar en el regreso. Sin saber, a fin de cuentas, si tendrán tiempo de llegar al estadio. Sin estar seguros de que el partido se jugará. Sin que Luis Juez los espere dispuesto a llevarlos a toda velocidad hasta el Atahualpa. La adrenalina corre.

El trayecto de 45 minutos Guayaquil-Quito es un parto de mil contracciones. A Luis Coronel se le activa el celular en pleno vuelo y descubre un whatsapp: “están por jugar con la camiseta de la Selección”. Primera confirmación: habrá partido. “El uso de teléfonos puede interferir con los equipos de navegación”, enseñan a bordo. El de Coronel se portó bien y permitió que la aeronave aterrizara sin problemas.

El grupo cruza corriendo los pasillos, atropellando gente y pidiendo disculpas que nadie consigue escuchar. “¡Corran, corran que el colectivo los está esperando!”, es el impulso. Claro, es el ómnibus que originalmente debía trasladar a los pasajeros de aquel chárter que nunca despegó. Obediente, el chofer se quedó en su puesto y, de golpe, se encuentra con el malón de tucumanos. “¡Rápido, al Atahualpa! ¡Y con la radio fuerte!”, le piden. El relator ecuatoriano va narrando el primer tiempo, mientras el colectivo recorre a toda velocidad la sinuosa autopista hacia el estadio. Zampedri se pierde un gol y el apunte burlón enardece a los “Decanos”: “es un tronco, no tiene cintura”, opina el comentarista. No intuye lo que vendrá después.

Apenas se topa con la mole del Atahualpa, el grupo pica hacia las boleterías. En la reservada para los visitantes el vendedor pone cara de póker e informa: “no hay más entradas. No tengo más talonarios”. ¿Cómo que no hay más? ¿Y por qué siguen vendiendo en la taquilla para los hinchas de El Nacional? No hay respuesta que valga, así que la opción es instalarse a los gritos en la entrada principal. “¡Somos de Tucumán. Somos dirigentes. Que nos dejen pasar!”, es el furibundo reclamo. Una docena de voluntades enfundadas de albiceleste franquean la puerta. “¡Eh, vos no sos dirigente!”, le dice un guardia a Medina junior. Claro, tiene 10 años. El paso parece cerrado para siempre, hasta que Mario Leito manda las benditas entradas. “Tomá y repartí”, le dice a Juan Carlos Santillán. ¡Al fin!

El grupo acelera el paso y aparece de lleno en la platea de El Nacional. Todos los miran asombrados. Algunos se acomodan en el palco de la Federación Ecuatoriana de Fútbol , al lado del cuerpo técnico del Sub 20 que lidera Claudio Ubeda. Otros consiguen lugar en el palco de Atlético. El resto se manda al sector separado, alambre de por medio, de la popular copada por la hinchada tucumana. Justo en ese momento se inicia el segundo tiempo y al toque Zampedri le tapa la boca al relator quiteño. El éxtasis futbolero sepulta cualquier efecto de la altura.

Pero el fin del partido, los festejos, las fotos, los abrazos, los cambios de camiseta -hubo quienes volvieron con la de El Nacional, como Javier Omodeo y Freddy Terraf- y la emoción no disimulan una pregunta: ¿en qué se vuelven? El doctor Juan Pablo Rojano tiene la respuesta: en el mismo colectivo que los llevó del aeropuerto al estadio. 800 dólares fue la exigencia del chofer y la vaquita, a 30 por cabeza, hasta dejó un sobrante. No hubo discusión al momento de decidir en qué emplearlo; nada mejor que material para brindar en el camino de regreso.

El periplo de ocho horas por caminos de montaña demuestra la pericia del chofer para maniobrar en las curvas a toda velocidad. Semejante arrojo genera algún susto. Alrededor de las 8.30 llegan a Guayaquil para encontrarse con un buen gesto de Atlético, ya que el club los invita a desayunar. Pablo Brunella sugiere armar un grupo de whatsapp y la cuenta de participantes revela el número: 28. Los 28 protagonistas de una aventura que contarán en cada asado, de aquí al fin de los tiempos.

Triunfo memorable

Así se expresó en su cuenta de Twitter la Confederación Sudamericana de Fútbol. “Atlético Tucumán avanza de ronda en la #ConmebolLibertadoresBridgestone tras memorable triunfo 1-0 ante El Nacional en Quito”, fueron las palabras utilizadas en la red de 140 caracteres. La agencia DPA, por su parte, señaló: “el primer viaje internacional de Atlético Tucumán, será recordado tanto por el resultado, un triunfo 1-0 frente a El Nacional en Ecuador, como por el periplo plagado de aventuras que protagonizó para lograrlo”.

Olé lo hizo tapa

El diario deportivo “Olé” no dejó pasar la extraña situación vivida por los “Decanos” que concluyó felizmente. La tapa del diario luce a Fernando Zampedri abriendo los brazos festejando el gol del triunfo. El título fue: “Milagro de la Zampedri”.

En España también se hicieron eco

“Llegan una hora tarde, juegan con camisetas prestadas de su selección y ganan su partido de Libertadores”, tituló “El País”. “Atlético Tucumán, de Argentina, viste la camiseta de Mesa”, continúa el diario español. “Mundo Deportivo” escribió: “La increíble odisea de Atlético Tucumán”. Luego explicó la manera en que llegó Atlético al campo de juego. “El modesto equipo argentino ganó en la Copa Libertadores tras una aventura que le llevó a jugar ante El Nacional de Quito tras llegar directamente del aeropuerto”. El portal del diario “Marca” se expresó: “Heroica del Tucumán en la Libertadores: llega tarde, tiene que jugar con la camiseta de Argentina... y se clasifica”, acompañado de un emotivo vídeo sobre la locura que vivió Atlético en Ecuador. Por su parte, El País también resaltó todo lo vivido por el conjunto decano y señaló: “los tucumanos , en pleno carnaval, se disfrazaron de Messi y compañía. Y jugaron con muchísima altura”.

No podía faltar la palabra del “10”

“¡Aguante Atlético Tucumán. Somos todos tucumanos!”, manifestó Diego Maradona una vez finalizado el partido. Diego iniciaba una entrevista radial justo en ese momento. No podía creer por todo lo que había pasado el plantel para poder llegar y valoró la gesta de Atlético.

Locura sin fin... promesas por cumplir

QUITO.- Antes de subirse al avión que los llevó a Ecuador, algunos hinchas realizaron las infaltables promesas en caso de pasar de fase. Franco Santillán fue el primero en animarse. “Doy vuelta al estadio de rodillas”, prometió mientras soñaba con un gol de Zampedri contra El Nacional. El sueño se hizo realidad. ¿Se imaginan la felicidad de ese hincha?

Pero no es el único caso. Oscar Silva y Nicolás Reynoso se unieron a la movida. “Como primera medida, vuelvo a viajar a donde nos toque, Venezuela o Colombia”, decía Oscar. Nicolás promete volver a su hogar. “Mi mujer me va a matar si me sigo viajando”, dice entre risas. “Por Atlético hago muchas locuras. Gracias a Dios ella me apoya. No me tiró la valija por la ventana y hasta me la armó”, cuenta.

Oscar aprovechó unos días de vacaciones que le quedaron y no dudó en emprender el viaje. “Volvemos enloquecidos, todos festejando en el avión”, cuenta.

Rafael Rodríguez Prado y Sebastián Tonetti también se la jugaron. “Es muy lindo acompañar a Atlético en este sueño de jugar la Copa Libertadores. Estoy viviendo lo que mi viejo, mis primos, mis abuelos, toda mi familia ‘decana’ me inculcaron siempre”, cuenta Rafael, quien hasta hace unos días no tenía ni idea lo que iba a vivir. Ni se imaginaba que se iba a convertir en el último pasajero del improvisado vuelo a Quito desde Guayaquil, una vez cancelada la partida del vuelo charter.

Tonetti le pide a su amigo que pare de hablar y reclama su turno. “Yo no lo tenía planeado, pero ahora prometo sacarme la barba que la tengo hace más de 10 años”, manifiesta sin importarle nada. La clasificación vale eso y mucho más.

Rafael toma coraje y se anima a prometer. un nuevo look en su cabeza. “Me hago el corte de (José) Méndez”, indica.

Los amigos organizaron el viaje apenas se confirmó el partido contra El Nacional, seducidos por el hecho de poder viajar con el plantel. La felicidad por el triunfo y la clasificación reduce al mínimo los márgenes de lamentos por las promesas realizadas. Ellos disfrutan el sueño “copero” de Atlético y no quieren despertar.